Pawered Bai

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20.2.08

Algo que escribí anoche antes de dormir...

La idea me estaba persiguiendo hace ya varias horas y anoche, al ritmo del Roseland NYC y con una Oceanik helada en mi mano, pesque el lápiz y me puse a escribir: esto fue lo que salió. Si se, no es muy bueno, pero algo es algo. Considérense advertidos. Es una historia que, como toda buena historia, empieza con una chica....

Su vida se había convertido en una mierda y él lo sabia. Era un hecho ineludible y no iba a gastar su energía autoconvenciéndose de lo contrario.

Después de esa chica, esa maldita chica, de una u otra forma todo lo que había construido se había quebrado. A las pocas semanas había perdido también ese empleo que tanto trabajo le había costado tener(y le había costado a los otros postulantes también), y unos meses después también se había ido su pequeño y poco lujoso departamento que, si bien no era la novena maravilla, al menos se sentía como un hogar... aunque se sentía mas así cuando estaba ella.

Sin trabajo no hay dinero y sin dinero no hay comida: adiós automóvil, adiós colección de discos originales. Adiós también a esa camiseta autografiada por Colo Colo 91, esa camiseta con la que se jactaba frente a sus amigos cada vez que iban a su casa. "La conseguí yo mismo cuando era niño -decía- baje corriendo al estadio y pude conseguir un par de autógrafos en ese mismo instante". La verdad era que la había comprado por eBay en cien mil pesos, y la vendió por cuarenta a un pendejo que no estaba ni vivo cuando eso pasó. Tenía que comer.

Vivió con sus padres por un par de semanas después de eso, en su antigua pieza, la cual seguía tal cual como la recordaba. Esto lo asustó un momento, pero luego se tranquilizó. Aun así se sintió aliviado al escuchar la invitación de su amigo a vivir con él en esa pieza que no ocupaba. Tenia un sillón cama y no tendría que preocuparse por el arriendo y, aunque su orgullo no le permitía parasitar a su amigo, tampoco le permitía hacerle lo mismo a sus padres, quienes ya lo habían aguantado durante poco mas de veinte años. Además -pensó- el me debe el empleo que tiene, así que de esta manera estamos a mano.

Mientras prepara nuevamente sus maletas con las pocas cosas que aun le quedaban tuvo tiempo para pensar las cosas: si tan solo hubiera hecho caso a las señales no estaría en este lugar. Si hubiese dejado de estar tan inmerso en su trabajo, en su departamento poco lujoso, en su colección de discos y su camiseta autografiada, pensó, no estaría acá..

Recordando su vida hasta ese momento se puso a buscar señales y las encontró por todos lados: en la forma en que lo miraba y en la forma en que lo dejó de mirar (mas aun después de aquel "incidente" con esa mujer en la noche de la gran pelea). El también había dejado de mirarla por esa misma razón, ahora se da cuenta: ella, al igual que él, nunca pudieron perdonárselo. No era extraño entonces que se lo hubiera cagado con el pendejo que hacia la práctica en la oficina, ya haba notado como el la miraba con lujuria cuando lo venía a buscar al trabajo, pero nunca le presto atención en verdad ya que muchos la miraban así. Tal vez -piensa- debí haber despedido al maldito. después de todo no hacia tan bien su trabajo.

El sexo seguía siendo magnifico y animal, pero eso también se había convertido en la rutina. Nunca se cuestiono en verdad si ella estaba satisfecha con eso, tal vez quería formar un lazo emocional o una conexión psíquica mas fuerte o alguna estupidez así, pero nunca podría saberlo. después de todo, la mente de la mujer no es un lugar agradable para aventurarse. Tal vez eso también era una señal, pero no estaba seguro.

Desde ese momento P se dispuso a estar siempre pendiente de estas señales. Su psiquiatra también le dijo algo parecido, algo con el subconsciente o algo así, como si el Universo mismo nos estuviera avisando de la inevitabilidad del desastre a seguir si no doblábamos a la izquierda en ese cruce. Algo también le había oído decir al pastor de la iglesia evangélica a la cual fue durante un par de meses hasta que se aburrió de los cantos, los gritos y los guitarreos idiotas. Extrañaba su discos: ellos si que sabían hacer llegar al orgasmo a sus guitarras, no como estas maricas jugando a ser santos.

Consiguió otro empleo. No era tan bueno como el anterior, pero al menos era algo, algo mejor que vegetar en el departamento de su amigo todo el día. Dejo de masturbarse cinco veces al día para matar el tiempo. Ahora solo lo hace en las noches, antes de acostar.

A los pocos meses su vida parecía rearmarse. Empezó a escalar en la empresa hasta que lo ascendieron a director creativo después de esa increíble maniobra publicitaria con la campaña de las zapatillas y la paga era considerablemente mayor: recupero su auto, o al menos uno parecido, y se compró un par de discos nuevos. También había conocido a una nueva chica, una amiga del tipo de marketing que conoció durante la fiesta de navidad. Así, tan cliché como suena, pero estas cosas pasan de todas maneras. Era linda y tenia un trasero increíble y, aunque no se habían acostado aun, tenia el presentimiento de que podría ser excelente, o al menos mejor que la sagrada autosatisfacción nocturna (no es que la fuera a dejar de lado de todas maneras).

Al tiempo todo se había arreglado: había reunido suficiente para el pie de un departamento donde se iría a vivir con su novia. Resultó que el sexo era bueno, increíble, y ella era aun mejor. A pesar de todos los pronósticos oscuros que se profetizaba hace un año, había salido adelante y se había enamorado nuevamente. Se sentía feliz, así que supuso que lo era y eso era suficiente.

Finalmente llegó el día de la mudanza. Despertó tarde ese sábado, con el cuerpo adormecido y la cabeza gritando auxilio debido a la cantidad de cerveza y whisky con que lo habían recibido sus amigos (viejos y nuevos) la noche anterior para celebrar su vuelta triunfal a las canchas de los vencedores. Aun tambaleándose, se despidió de su amigo y le agradeció por todo. Quiso llorar, pero no lo hizo.

Los de la mudanza se llevaron todas las cajas llenas de sus nuevas posesiones (que no eran pocas), menos unas cuantas que no cabían en la pequeña camioneta que habían contratado. Efectos personales y unos pocos aparatos electrónicos que había comprado para decorar su pieza, los cuales embalaron cuidadosamente y, para ahorrarse el dinero de una segunda carrera, se lo llevaron a pie hasta el edificio que quedaba a unas pocas cuadras de donde estaban. Así también despejan la cabeza y fermentan un poco en la calle. Tal vez incluso se podrían tomar un café en el camino, o una cerveza para reponer la caña.

Mientras caminaban sin apuro hacia el nuevo lugar, luego de tomar una cerveza, ambos iban en silencio. Sabían lo importante que era este momento para P y no querían arruinarlo. Podían ver el edificio a la distancia y el balcón de su nueva casa estaba ahí, brillante y expectante. Ella también estaba ahí desde hace un par de días, ordenando los muebles y todo eso. Le gustaban esas cosas y tenia mejor gusto que él, así que no se opuso cuando ella dio la idea, había aprendido a ceder. Creyó verla ahí en el balcón también, esperándolo, pero no estaba seguro.

En la esquina justo frente del edificio se detiene y piensa. Respira hondo, cierra los ojos y se dispone a dar el primer paso que lo llevara hacia la consolidación de su nueva vida. Avanza por la pequeña calle triunfal, con el mundo a sus pies, absorto en su propio éxito. No escucha nada mas que el sonido de su corazón latiendo imperturbable y firme como tambores de guerra. había vencido a la adversidad y escupido en su miserable cara y lo sabia.

De repente sintió un golpe en el costado y escucho el sonido de las cajas caer al suelo. No hay nada tan frágil ahí -pensó- todo esta bien. Luego escucho gritos. Luego vio sangre y sintió como ese hedor lo impregnaba. Intento mover su cuerpo, pero no le respondía, hasta que horrorizado lo vio a unos siete metros de distancia, inerte y destrozado bajo las ruedas de la camioneta de mudanza. Que mierda, pensó confundido. Inmediatamente se dio cuenta de su situación.

Con un último esfuerzo levanto la vista hacia su departamento, esperando ver el rostro de la mujer que amaba una ultima vez, pero solo vio un semáforo en rojo. Si tan solo hubiese visto las señales -pensó por última vez- todo seria distinto.





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8 comentarios:

Jemima dijo...

Llegué acá gracias al abuso del poder de información...

... y ya que estaba acá, leí tu cuento, tu historia...

Y acabo de terminar con un dejo de "pero qué...!!!"

Es una muy buena historia, porque tiene mucho de lo que no solemos usar: realidad pura y dura. Y no sé si me equivoque pero lo vi caerse en la vida... lo vi caminar llevando las cajas y lo ví tirado en el suelo bajo el semaforo...

Mis felicitaciones, habría dejado este comentario en el sitio en el cual me reconoces, pero no aceptas comentarios desde hace un tiempo..

¡Cómo hemos crecido!

Un gran abrazo,

Natalia

Carlos G. dijo...

bien lograda la historia. Sorprendiendo al final, como todo buen cuento. Te llevas mis felicitaciones :hh

Alvaro dijo...

estimada natalia, gracias por tus felicitaciones. mi intencion al escribir esto era el dejarte con esa sensacion al final, como tambien el reflejar la realidad como es: pura y dura.

hay que conocerla para saberlo en verdad, hay que caminar con las cajas y estar tirado bajo la camioneta para saber como se siente. y hay que reconocer eso para levantarse tambien y seguir adelante..


carlos, me llevo gustoso tus felicitaciones. cuando quieras te las devuelvo, o cuando escribas algo digno de devolverselas tambien.

ezo.

Anónimo dijo...

Querido Caballero de los Tres Puntos...
Llevo unas cuantas noches leyendo tu cuento.
Algunas noches lo leo entero, otras a trozos. Pero lo he leído varias veces, y según el vecino se paletea con la WiFi.
...No he querido apresurarme en dar un comentario como "oh, que guena, buen cuento :)"

Esto es azúcar para esta mosca, que adora las historias de perdedores, al menos, mi regocijo inicial se debió a ese anzuelo.
Luego, cuando vi que la cosa mejoraba, debo confesar que me tenté con leerlo como otro cuento más de esos con finales felices, como libro de autoayuda.
Esperé con ansias la aparición de la ex, o quizá la confesión de que la acutal fuera les, o él autodescubriéndose gay, oquésésho...
Y como tardaba ese final aciago (el héroe debe siempre sucumbir decían los malditos griegos, que suelen tener siempre razón), temí que se tratara de un relato arjonezco.
Pero en la última parte, justo cuando me tenías en ascuas, pensando esas pelotudeces, rematas con un relato cinematográfico, donde uno se imagina a los actores; haciendo finalmente el nudo rosa del regalo con ese final inesperado, con la negra cinta de satín del humor negro; humor negro que me pareció ver en más de un pasaje en esa historia.
Genial.
Cada noche de lectura fue igual en cuanto a las apreciaciones. Sin duda, el gran mérito es el final, inesperado, negro, aciago, y una verdadera oda a la Ley de Murphy, con toques certeros de ironía (las malditas señales, de esas que gustan tanto las mujeres, que no hablan claro)...
Un gran cuento, y no sigo para no parecer besatraseros...
Espero, sinceramente, una próxima entrega.
Un abrazo.

Alvaro dijo...

Muchas gracias por tus comentarios. =D

Te dejo en tu fotolog mejor una respuesta mas extensa, amigo mio, que es mas seguro que la leas ahi que aca.

todoslospandassevanalcielo dijo...

=)
Te tienes poca fe!

[más bien poca fe a tu blog]

Anónimo dijo...

Notable!
Como otros ocmentarios...fue como ver una pelicula desde los ojos del protagonista...
^_^
Un abrazo compadre...espero q nos veamos prontos uno de estos dias donde el Max con Jorge...

Alessandro

Alvaro dijo...

Gracias de nuevo.

Y, lo sé: soy un escritor increiblemente talentoso que posee la habilidad (como muchos otros genios antes de mi, y muchos otros que vendrán) para poner en papel esa idea que tanto te hubiera gustado escribir a ti mismo, pero que, por algún extraño motivo (mi dinero va al porno en internet) no tuviste tiempo para hacerlo.

Por favor, continuen con las loas...